La situación económica parece que se va encauzando, hasta
donde es posible encauzarla y desde luego con una absoluta disconformidad de la
mayoría de los ciudadanos, totalmente convencidos, con razón o sin razón, de
que las decisiones adoptadas para resolverla, no han repartido equitativamente
esfuerzos y sacrificios y que en la mayoría de los casos se ha obviado exigir
responsabilidades a quienes como responsables, por acción u omisión, del origen
de la crisis, se vienen denunciando, como presuntos, en los medios de
comunicación.
En un repaso muy rápido y desde luego no exhaustivo,
tenemos sobre la mesa o mejor sobre la calle las siguientes cuestiones: La
nueva estructura del Estado. Las sentencias, tiempos y prescripciones de la Justicia, la Enseñanza y la Sanidad, los dos pilares de lo que se
denomina “El Estado del Bienestar”, ya que los mensajes lanzados sobre la
ciudadanía, asegurando su deterioro, su alejamiento de la cobertura universal y
de calidad, son permanentes.
El problema de la vivienda, los desahucios, y la dación
en pago se está convirtiendo en una cuestión de ámbito nacional, con desprecio
de normas jurídicas y de criterios políticos de convivencia social. El sector
financiero es mirado con rencor, como principal posible culpable y beneficiario
de un trato privilegiado con cargo a los fondos de todos los ciudadanos. La
corrupción de miembros de las Administraciones Públicas, ya sean políticos,
aforados o no, o de altos o medianos funcionarios, o de sus choferes y
secretarias, ocupan las primeras planas de los medios de difusión.
Los políticos son para los ciudadanos, según encuestas
publicadas, el tercer problema del Estado. No se considera que cumplan con su
función representativa, generada en función de procesos electorales
inadecuados. Se estima gozan de privilegios financieros, en sueldos, dietas,
tratamiento fiscal, pensiones, amén de impunidad en ciertas áreas y tratamiento
especial en procesos que nada tienen que ver con su función política, y todo
ello es considerado intolerable.
No hay otra respuesta a la actual situación que abrir un
nuevo proceso constitucional. La actual Constitución Española, se redactó en
circunstancias muy excepcionales, no es adecuada a los tiempos actuales y está
sirviendo de referencia para no iniciar procesos de saneamiento que son
absolutamente necesarios. La Constitución española se ha quedado obsoleta. El
no adecuarla a la problemática actual de los ciudadanos españoles, es un delito
político, que pagarán no sólo quienes han debido iniciar el proceso de
adaptación, si no también y para no variar, los de siempre.