viernes, 14 de junio de 2013

"El Sansonismo"

Y exclamó (Sansón): “¡Muera yo junto con los filisteos! Después empujó con toda su fuerza, y el edificio se desplomó sobre los príncipes y sobre toda la gente allí reunida. ¡Los que el mató al morir fueron más numerosos que los que él había matado en toda su vida! (Libro de Los Jueces 16:30)

Esta  descripción bíblica aporta la capacidad de asumir el propio sacrificio con tal de destruir, junto con uno mismo, el mayor número posible de enemigos del colectivo que se está obligado a defender, y para ello derribando el templo bajo cuyos techos todos se encuentran.
En la sociedad española, en sus medios públicos de difusión y en sus círculos privados de opinión,  da la sensación de estar extendiéndose una línea de expresión, que se puede calcar sobre lo que quizás el Sansón bíblico sentía en su corazón, cuando decidió empujar las columnas y derribar el  templo.
Existe un colectivo humano, los españoles, que se siente absolutamente frustrado en la mayoría de los órdenes de su vida. Y esta frustración es la simiente de todo el proceso, ya que no ven salida a la actual situación, por muchas promesas que escuchen, sino más bien prevén un empeoramiento en el futuro.
No creen ni en la capacidad ni en la honestidad de los dirigentes políticos. Estiman que se han enriquecido desmesuradamente, en un marasmo de corrupciones, sobornos, y cohechos, delinquiendo en la más absoluta impunidad, unos haciendo y otros dejando hacer. No quieren escuchar palabras como regeneración, cambio, ni modificación del hacer político, con la preocupación de que esto se traduzca en un “borrón y cuenta nueva”, que permita eludir responsabilidades.
No hay diferencia entre columnas y templo. El templo es todo ”nuestro régimen democrático de convivencia”.
Las columnas que sostienen el templo podrían ser la constitución, la monarquía, la justicia, los partidos políticos, los sindicatos, el sistema sanitario, el sistema de enseñanza, el sistema de pensiones, el sistema de representación electoral, la integración en la Comunidad Europea, la salida del Euro...
En los últimos meses hay colectivos que defienden varias teorías: “que la constitución no es válida, que ha quedado obsoleta y debe ser sustituida”, “que la monarquía es una cara antigualla, y debe ser cuestionada y eliminada”, “que la nación española es un conglomerado, históricamente artificial, que debe ser fragmentado”, “que los partidos políticos han de ser conducidos a la asfixia económica, junto con los sindicatos, ya que tanto unos como otros se han convertido en estructuras que defienden sus propios intereses y no los de los ciudadanos que dicen representar”, “que las cámaras legislativas son un gasto desmesurado y de dudosa eficacia, cuyos miembros gozan de privilegios fiscales e inmunidades sin sentido y han de ser disueltas y reducidas”, “que la justicia no es eficaz ni próxima al sentir de los ciudadanos, es lenta, lentísima y sus sentencias y el cumplimiento de las mismas no cumplen ni poco ni mucho con las expectativas de los ciudadanos, “que quienes nos representan son corruptos, prevaricadores y cohechables”, “que se está destruyendo la sanidad universal, la enseñanza para todos, la igualdad de oportunidades, la posibilidad de ganarse la vida con un puesto de trabajo, y que los jubilados corren el riesgo de perder sus pensiones”.
Pudiera llegar a ser que quienes abanderan las anteriores afirmaciones consigan que el templo se derrumbe. Lo grave es que los ciudadanos, llamemos normales, por no usar la estúpida y sin sentido acepción de “a pié”, ¿los demás que son “de a caballo”?, nos encontramos bajo las cúpulas del templo. Es decir los ciudadanos que se dedican a mantener y sacar adelante una familia, que intentan convivir felizmente con su pareja, que desean un entorno de amigos con quienes celebrar lo que se pueda celebrar, y soportar juntos cuando las cosas vienen mal dadas, son los que por dura experiencia, saben que una vez se derrumbe la estructura bajo la que convivimos, ellos la tendrán que reconstruir, con su esfuerzo y su miseria.
Busquemos por tanto nuevos caminos para continuar la marcha, pero hagamos un esfuerzo por defender “el Templo”.

jueves, 23 de mayo de 2013

Desahucio y Estado Asistencial

Publicado en "Mercados 21"
Abril 2013

La actual crisis económica, que padecemos, está generando una serie de situaciones, humanamente lamentables, unas con notoria y pública repercusión social y otras que los afectados sufren en pudoroso silencio.
Entre las normas de convivencia social que nos vamos autoimponiendo, es importante el convencimiento de que gran parte de todos los problemas que el ciudadano pueda tener deben ser resueltos por el Gobierno de turno, aunque ello suponga su intervención directa en el ámbito privado de decisiones, con sus aciertos y errores y sus consecuencias favorables o desfavorables. No es un buen criterio, en realidad es un desastre, pero lo cierto es que cada vez tiene más propagandistas.
La situación actual “Desahucios Bancarios”, ha venido a ser cuestión de necesaria solución inmediata y de casi imposible solución equitativa y con consecuencias bastante imprevisibles a corto plazo.
Que una sociedad, como la nuestra, no puede permitir que algunos de sus ciudadanos sean privados de un lugar mínimamente acondicionado donde vivir, que ahora ocupan con una determinada titularidad  jurídica, y sean lanzados a vivir a la intemperie, podemos considerar que es incuestionable.
Que hubo quien considerando que su situación económica era estable y con futuro, se comprometió con una deuda que podría pagar y que tenía intención de pagar, y que ha sido la crisis económica la que le ha llevado a peor fortuna, trastocando todas sus previsiones financieras, absolutamente cierto. Pero que algunos adquirieron las viviendas, de las que hoy se les quiere expulsar, asumiendo unas obligaciones financieras que sabían que nunca podrían cumplir, aunque no hubiese habido crisis económica, pero que su estado de necesidad les obligaba a ello, también.
Que los bancos o entidades financieras no cumplieron con su obligación de haber valorado la capacidad del deudor hipotecario para cubrir los pagos de la hipoteca incurriendo en grave responsabilidad, nadie lo duda.
Pero debemos tener en cuenta; que somos un Estado de Derecho y que los pactos contraídos por contratantes, que actuaron libremente, deben ser respetados y mantenerse y defenderse  la exigibilidad de su cumplimiento por las partes. Si se considera que en la contratación hubo engaño, desconocimiento o cualquier otra causa que suponga la posibilidad de la nulidad de un contrato, esto debe determinarlo una sentencia de un tribunal o un acuerdo entre las partes.
Debemos tener en cuenta: que la intervención directa de los poderes del Estado, mediante una norma de general aplicación ya sea mediante Ley, Decreto-Ley o cualquier otra, perjudicando, con efecto retroactivo, la posición de uno de los contratantes, que actuó conforme a una ley vigente, y favoreciendo al otro, tendría carácter de expropiación forzosa sin compensación, lo que no es admisible en un estado que se titula democrático y además estado de derecho.
Si el criterio expuesto por los servicios jurídicos de la Unión Europea prospera, habrá que modificar nuestra legislación, pero ello no supone que se aplique con efecto retroactivo.
El problema de los desahucios debe ser resuelto con rapidez, y el Gobierno está obligado a que la solución signifique, que la nueva situación devuelva la paz social y se haga justicia en todos y cada uno de los casos. No es posible una solución de carácter general, pues las circunstancias en que las hipotecas que hoy se pretenden ejecutar, tienen su origen en circunstancias absolutamente diferentes.
Todos los titulares de viviendas adquiridas con carga hipotecaria, deberían ser tratados con arreglo a las mismas normas y criterios. No debe considerarse que por el hecho de encontrase en distintos niveles de necesidad el trato ha de ser distinto y naturalmente no debe entrarse en la intencionalidad de la adquisición o en el nivel de conocimientos de quienes contrataron, o si lo hicieron asistidos de letrado o no.
La función asistencial del Estado se realiza por otros derroteros, si una familia o un individuo necesita medios para poder cubrir una necesidad básica para su subsistencia se le facilitan y si ello supone que ocupará una vivienda, de propiedad pública,  gratuitamente y sine die, que se le facilite su ocupación.

Creemos que encontrar una solución que satisfaga a todas las partes, sin atentar contra el Estado de derecho, que restablezca la paz social y no suponga un coste desequilibrador para las finanzas del Estado, es una obra de extraordinaria dificultad y mucho más con la presión que supone la urgencia. Deseamos que quienes hayan de llevar adelante el procedimiento acierten. ¡Suerte!.

viernes, 22 de febrero de 2013

Auge y Destrucción de la Clase Media

Publicado en "Cinco Dias" 
Febrero 2013

No es fácil determinar que colectivos humanos forman la denominada clase media. En cada tiempo, en cada lugar y en cada cultura los límites cambian y los criterios para establecer una definición clara varían. Casi se llega a la conclusión que es más una sensación del colectivo que una definición cerrada.

Durante los últimos setenta años se ha tenido en España la sensación de que la clase media aumentaba, cada vez más ciudadanos formaban parte de ella y las distintas facetas del llamado estado del bienestar las iban cubriendo, disfrutaban sin grandes problemas de enseñanza, sanidad, vivienda, un puesto de trabajo, una jubilación y unos comedidos ahorros, el país prosperaba. Pero, esta línea de crecimiento, de expansión, se está deteriorando muy gravemente en estos últimos años.

La clase media la componen ciudadanos, en principio, con una gran tolerancia, estiman como superior la libertad individual y el riesgo que conlleva el  direccionismo y la protección del Estado. Estabilizan la sociedad y sólo en situaciones extremas reaccionan con ira, contra quienes entiende que están destrozando su hábitat natural.

El área de actividad económica de la mayoría, suele ser el ejercicio de actividades profesionales, y el mantenimiento de pequeñas y medianas empresas. En la actualidad, estos grupos están siendo violentamente zarandeados por la actual crisis económica. Cierre de pequeñas empresas, reducción de sueldos y pensiones, desvalorización  de sus activos en los que invirtieron durante toda la vida, aumento de costos en servicios absolutamente necesarios, tratamiento fiscal que deteriora gravemente su capacidad de ahorro y de consumo, y siga sumando.

No seamos ajenos a que si en el momento actual, seis millones de parados, no son un explosivo que vuela nuestra sociedad, se debe a ese enorme colectivo, hasta ahora, de clase media, que ha acogido a los suyos y les está permitiendo sobrevivir.

Este grupo de ciudadanos es, sin embargo, mucho menos tolerante, al ver invadida su área de privacidad, lo que entienden por la libertad fundamental para organizar su vida y la de los suyos. Viven el núcleo familiar como un valor absoluto y entienden que  este núcleo  tiene todo el derecho a educar a los suyos conforme a sus creencias, sean estas cuales sean y a ser absolutamente respetado en las mismas.

Desean la mayor libertad posible para realizar sus actividades profesionales o empresariales y les desespera leer en los diarios y boletines oficiales normas y más normas que coercitivamente tratan de limitar su actividad. Tampoco ven con buenos ojos el crecimiento sin fin de entidades, organismos y empresas públicas, donde el “rum, rum” de la corrupción, del cohecho y del despilfarro como característica permanente de los mismos es evidente.
Casi la única exigencia de este colectivo al Sector público es que actúe con los medios y medidas necesarios para garantizar la existencia real, no virtual, de un Estado de derecho, que proteja sus personas y sus bienes.

Exige leyes, pocas y simples, que traten igual a los que son iguales, Gobiernos que cubran el cumplimiento de dichas leyes y una Justicia que cuando la ley es violada, en un tiempo razonable, sancione y desaliente a quien la incumpla.

En la actualidad, el núcleo familiar está siendo atacado permanentemente y no se defiende ninguna medida que favorezca eficazmente la institución. La intromisión en la educación ética y moral de los hijos es constante. El crecimiento del Sector público se ha vuelto incontrolable, con su exhibición de corrupción, cohecho y despilfarro. La sensación de inseguridad en cuanto a las personas y bienes se extiende a una gran velocidad. La aceptación de que las leyes tratan a los iguales, igualmente, de que la actuación del Gobierno consigue el cumplimiento de dichas leyes y de que las sentencias de los Tribunales reponen el daño causado y restituyen los bienes robados es absolutamente mínima entre los ciudadanos. El descontento de la clase media es creciente.

Hace un par de semanas, durante uno de sus discursos Barack Obama dijo “Es tarea de nuestra generación volver a poner en marcha el motor de crecimiento económico de América: una emergente y próspera clase media”.

Pues sí, una clase media potente es estabilidad social y crecimiento económico, su destrucción es inestabilidad y miseria social.