Febrero 2013
No es fácil determinar que colectivos humanos forman la
denominada clase media. En cada tiempo, en cada lugar y en cada cultura los
límites cambian y los criterios para establecer una definición clara varían. Casi
se llega a la conclusión que es más una sensación del colectivo que una
definición cerrada.
Durante los últimos setenta años se ha tenido en España
la sensación de que la clase media aumentaba, cada vez más ciudadanos formaban
parte de ella y las distintas facetas del llamado estado del bienestar las iban
cubriendo, disfrutaban sin grandes problemas de enseñanza, sanidad, vivienda,
un puesto de trabajo, una jubilación y unos comedidos ahorros, el país prosperaba.
Pero, esta línea de crecimiento, de expansión, se está deteriorando muy
gravemente en estos últimos años.
La clase media la componen ciudadanos, en principio, con
una gran tolerancia, estiman como superior la libertad individual y el riesgo
que conlleva el direccionismo y la
protección del Estado. Estabilizan la sociedad y sólo en situaciones extremas
reaccionan con ira, contra quienes entiende que están destrozando su hábitat
natural.
El área de actividad económica de la mayoría, suele ser
el ejercicio de actividades profesionales, y el mantenimiento de pequeñas y
medianas empresas. En la actualidad, estos grupos están siendo violentamente
zarandeados por la actual crisis económica. Cierre de pequeñas empresas,
reducción de sueldos y pensiones, desvalorización de sus activos en los que invirtieron durante
toda la vida, aumento de costos en servicios absolutamente necesarios, tratamiento
fiscal que deteriora gravemente su capacidad de ahorro y de consumo, y siga
sumando.
No seamos ajenos a que si en el momento actual, seis
millones de parados, no son un explosivo que vuela nuestra sociedad, se debe a
ese enorme colectivo, hasta ahora, de clase media, que ha acogido a los suyos y
les está permitiendo sobrevivir.
Este grupo de ciudadanos es, sin embargo, mucho menos
tolerante, al ver invadida su área de privacidad, lo que entienden por la
libertad fundamental para organizar su vida y la de los suyos. Viven el núcleo
familiar como un valor absoluto y entienden que este núcleo
tiene todo el derecho a educar a los suyos conforme a sus creencias,
sean estas cuales sean y a ser absolutamente respetado en las mismas.
Desean la mayor libertad posible para realizar sus
actividades profesionales o empresariales y les desespera leer en los diarios y
boletines oficiales normas y más normas que coercitivamente tratan de limitar
su actividad. Tampoco ven con buenos ojos el crecimiento sin fin de entidades,
organismos y empresas públicas, donde el “rum, rum” de la corrupción, del
cohecho y del despilfarro como característica permanente de los mismos es
evidente.
Casi la única exigencia de este colectivo al Sector
público es que actúe con los medios y medidas necesarios para garantizar la
existencia real, no virtual, de un Estado de derecho, que proteja sus personas
y sus bienes.
Exige leyes, pocas y simples, que traten igual a los que
son iguales, Gobiernos que cubran el cumplimiento de dichas leyes y una
Justicia que cuando la ley es violada, en un tiempo razonable, sancione y
desaliente a quien la incumpla.
En la actualidad, el núcleo familiar está siendo atacado
permanentemente y no se defiende ninguna medida que favorezca eficazmente la
institución. La intromisión en la educación ética y moral de los hijos es
constante. El crecimiento del Sector público se ha vuelto incontrolable, con su
exhibición de corrupción, cohecho y despilfarro. La sensación de inseguridad en
cuanto a las personas y bienes se extiende a una gran velocidad. La aceptación
de que las leyes tratan a los iguales, igualmente, de que la actuación del
Gobierno consigue el cumplimiento de dichas leyes y de que las sentencias de
los Tribunales reponen el daño causado y restituyen los bienes robados es
absolutamente mínima entre los ciudadanos. El descontento de la clase media es
creciente.
Hace un par de semanas, durante uno de sus discursos
Barack Obama dijo “Es tarea de nuestra
generación volver a poner en marcha el motor de crecimiento económico de
América: una emergente y próspera clase media”.
Pues sí, una clase media potente es estabilidad social y
crecimiento económico, su destrucción es inestabilidad y miseria social.
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